Tema: La dramática historia de Robert Hubert

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  • dinodini

    14 May 2013 21:30

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    dinodini » 29 ENE 2014  12:33

    Una increible historia, y a la vez, dramática, que nos refleja como el nacionalismo es el peor invento de la humanidad.

     

    Robert Hubert

     

    De Wikipedia
    en.wikipedia.org/wiki/Robert_Hubert

     

    Robert Hubert fue un relojero de Rouen, Francia, que fue ejecutado tras su falsa confesión de haber provocado el gran incendio de Londres de 1666. Confesion, que se cree, se realizó bajo fuertes torturas.

     

    Entre el 2 y 5 de septiembre 1666, un gran incendio se desató en el barrio de Pudding Lane, en Londres, y destruyó cerca del 80 % de la ciudad. En la primera confesión de Hubert, declaró que provocó el incendio en Westminster. Sin embargo, esta historia resultaba insatisfactoria, y su confesión cambió cuando se supo que el fuego no había llegado siquiera a Westminster. Al saberse de que el fuego se inició en Pudding Lane, en la casa del panadero Thomas Farriner, Hubert cambio su confesio indicando que había arrojado una granada de fuego a la ventana de la panadería. Afirmó haber actuado con cómplices, que cerraron las llaves de agua para sabotear el esfuerzo de apagar el fuego . Hubert confesó ser un espía francés, y un agente del Papa.

     

    Juicio y ejecución

     

    La confesion de Hubert nunca parecía ser convincente. Su cambio continuo en la confesión para ajustarse a los hechos no era lo único que fallaba. Hubert ni siquiera había estado en Londres en el momento en que se produjo el incendio. Es más, ni siquiera estaba en Inglaterra. Llegó a la isla dos días después de que el fuego se iniciara. El hecho cierto de que no estaba en el país en el momento del inicio del incendio se sabe gracias a lo declarado, años más tarde, por el capitán de la nave sueca Maid of Stockholm, en la que afirmaba que él personalmente había desembarcado junto a Hubert, dos días después del iniciarse el incendio.

     

    En su confesión, Hubert, indicó que lanzó la granada por la ventana de la panadería. Hubert no sabía que esa panadería ni siquiera tenía ventanas. Es más, cuando fue juzgado, se vio que era un hombre tan lisiado, que habría sido imposible para él lanzar una granada por lo alto de una ventana.

     

    La confesión de Hubert se atribuye a menudo a una simplicidad mental, la incapacidad de entender qué era lo que estaba haciendo. Una fuente afirma , sin embargo, que la confesión fue coaccionada probablemente por una forma extrema de tortura.

     

    Como La Gaceta de Londres sugiere , algunos situan el desastre en una desgraciada casualidad :

     

    A pesar de los muchos defectos obvios e imposibilidades en la confesión de Hubert, se necesitaba un chivo expiatorio. Incluso el rey, Carlos II, era sospechoso de haber iniciado el fuego, con el fin de castigar al pueblo de Londres por la ejecución de su padre . El nacionalismo era muy grande aquellos años en una Gran Bretaña envuelto en la Segunda Guerra Anglo-Holandesa , y muchas nacionalidades, los holandeses, franceses, españoles e irlandeses, eran sospechosos. Los franceses eran especialmente vulnerables, como lo demuestra el asesinato de un francés, cuyas pelotas de tenis fueron confundidas con "bolas de fuego". Hubert, un extranjero, y francés, fue el sospechoso principal, tal y como sugiere la London Gazette :

     

    [ ... ] Los extranjeros , holandeses y franceses fueron, durante el incendio, detenidos, ante la sospecha de que ellos contribuyeron con picardía a la misma, siendo todos encarcelados.

     

    Los católicos eran también los principales sospechosos , y las acusaciones eran tan institucionalizadas, como para ser añadido al rotulo del monumento que se dedicó al incendio, inaugurado en 1668, y cuyas palabras no fueron retiradas hasta 1830 :

     

    “ ... dedicado a la quema más terrible de esta ciudad, comenzado y llevada a cabo por la perfidia y maldad de la facción papista”.

     

    Hubert tenía atributos más que convenientes para ser culpable. Fue juzgado y condenado en el Old Bailey.

     

    A pesar del carácter contradictorio de la confesión de Hubert, la familia Farriner, en cuya panadería había comenzado el fuego, se encontraba bajo una fuerte presión, y tenían que demostrar que sus hornos habían sido realmente saboteados. Además, tres miembros de la familia estaban presentes en el jurado. Thomas Farynor declaró que, después de la medianoche, él habia pasado por todas las habitaciones y no encontró ningún fuego, pero en una chimenea, en una habitación que estaba pavimentado con ladrillos, se encontró el fuego y trató de apagarlo [ ... ] no había ninguna ventana o puerta que pudiera explicar que el fuego se avivara, por lo que creo que el fuego fue provocado a propósito [ ...]

     

    Pocos del jurado creían en realidad culpable a Hubert. Unas declaraciones durante el juicio reconocen que Hubert fue "sólo acusado por su propia confesión”. Ni los jueces ni nadie presente en el juicio le creyó culpable, sino más bien que era un pobre desgraciado perturbado, cansado de la vida, y decidió desprenderse de ella de esta manera ". El jurado declaró que “él no tenía el temor de Dios delante de sus ojos, y que fue movido y alejado de Dios por la instigación del diablo" .

     

    Hubert fue ahorcado en Tyburn, Londres. Su cuerpo iba a ser trasladado a la Compañía de Barber, para que unos cirujanos lo diseccionaran, pero fue destrozado por la muchedumbre.

     

    Como era de esperar, hablar de complots y conspiraciones terminó con la ejecución de Hubert. En 1667, después de que la necesidad de chivos expiatorios se habían terminado, el incendio fue atribuido oficialmente a "la mano de Dios , a un fuerte viento que hubo aquellos días, y una estación muy seca que había dejado la madera reseca ... ". Una fuente atribuye el accidente a una chispa que cayo sobre una acumulación de paja en la panadería de los Farriners , y la chispa llegó al horno de los Farynor.

     

    Monumento al gran incendio de Londres de 1666

     

     

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  • dinodini

    14 May 2013 21:30

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    dinodini » 29 ENE 2014  19:34

    Este suceso me ha hecho recordar el tristemente conocido Crimen de Cuenca. Pongo un resumen por si alguien no ha oído hablar de este caso.

     

    http://es.wikipedia.org/wiki/Crimen_de_Cuenca

     

    El Crimen de Cuenca consistió en una serie de errores judiciales y policiales con tortura y penas de prisión para los acusados, ya que el crimen jamás existió. Ocurrió en la localidad de Tresjuncos, en la provincia de Cuenca, en el año 1910.

     

    José María Grimaldos López, un joven pastor de 28 años apodado El Cepa, que trabajaba en una finca , era objeto de continuas burlas por parte de León Sánchez, mayoral de la finca y también por el guarda Gregorio Valero. El 20 de agosto de 1910, José María vendió unas ovejas de su propiedad, y desapareció.

     

    Después de varias semanas desde su desaparición, comenzaron a correr rumores por los alrededores del pueblo de Tresjuncos sobre el posible asesinato de José para robarle el dinero que había obtenido por la venta de las ovejas. Al tener conocimiento los familiares de las burlas que José María recibía, puesto que él mismo las comentaba continuamente cuando estaba en casa, decidieron presentar denuncia de la desaparición en el juzgado de Belmonte, acusando a León y a Gregorio de ser los presuntos asesinos del supuesto crimen, por lo que fueron apresados para ser presentados a juicio. En el mes de septiembre de 1911 la causa fue sobreseída, luego de interrogar a los detenidos, se instruyó el sumario y por falta de pruebas el juez puso a los acusados en libertad.

     

    Los acusados

     

    Nueva acusación y encarcelamiento[editar

     

    Al cabo de un par de años, en 1913, por insistencia de los familiares de Grimaldos se reabre el caso. La familia de José María vuelve a denunciar coincidiendo con la llegada del nuevo juez, Emilio Isasa Echenique. Nuevamente se vuelve a cursar orden de detención a los mismos sospechosos iniciándose así un largo proceso de calvario para éstos.

     

    La Guardia Civil comenzó a torturar y maltratar a los detenidos a fin de conseguir las confesiones de los inculpados de la muerte de José María como responsables del crimen y conseguir también averiguar qué habían hecho con el cadáver del desaparecido. Así transcurre hasta que el 11 de noviembre de 1913 y por orden del juez de Belmonte, el juez de Osa de la Vega levanta acta de defunción haciendo constar que, José María Grimaldos López, natural de Tresjuncos, falleció el 21 de agosto de 1910 a las 8.30 o las 9.00 de la noche a consecuencia de haber sido asesinado por Gregorio Valero y León Sánchez. El acta recoge la anotación marginal: No ha podido ser identificado el cadáver por no haber sido hallado.

     

    En 1918 después de llevar 4 años y medio encarcelados, comienza el juicio contra los inculpados con un sumario plagado de contradicciones y diligencias sin esclarecer, el juicio termina condenando a los acusados a 18 años de cárcel por sentencia de la Audiencia Provincial.

     

    El tribunal que condenó a los acusados apenas deliberó durante treinta minutos, y los doce miembros que componían el jurado los consideró culpables de la muerte de José María. La labor de la defensa consistió en limitarse a evitar la pena de muerte, el garrote vil vigente en esos días. Gregorio cumplió condena en el penal de San Miguel de los Reyes en Valencia, mientras que León la cumplió en la prisión de Cartagena.

     

    Indulto

     

    El 4 de julio de 1925 y como consecuencia de dos decretos de indulto, salen de la cárcel recuperando la libertad tras haber cumplido 12 años y dos meses de condena.

     

    Aparición de José María Grimaldos

     

    El 8 de febrero de 1926, el cura de Tresjuncos recibe correo del cura del municipio de Mira, que le envía una carta en la que solicita la partida de bautismo de José María Grimaldos a fin de celebrar el matrimonio de este. El cura de Tresjuncos, sin salir de su estupor ante semejante noticia, decide no responder al párroco de Mira. Mientras tanto pasa el tiempo y José María Grimaldos, impaciente por que su partida de nacimiento no llega, decide partir hacia Tresjuncos y se presenta sin más en el pueblo. La gente del pueblo al ver a José María no dan crédito y todo el pueblo y sus alrededores se conmueve ante la noticia, entonces, el juez de Belmonte interviene y ordena detener al llamado José María Grimaldos. En las siguientes horas, la noticia llega a la prensa y a la opinión pública y alcanza enorme trascendencia.

     

    La verdad del caso es que el Cepa desapareció el 21 de agosto de 1910 porque, según él mismo declaró, «me dio un barrunto y me marché» a tomar los baños medicinales a una cercana finca.

     

    Tras la indiscutible identificación de Grimaldos, el Ministro de Gracia y Justicia ordena la revisión de la causa y manda al fiscal del Tribunal Supremo interponer recurso de revisión contra la sentencia de la audiencia de Cuenca. En dicha orden se anota que, "hay fundamentos suficientes para estimar que la confesión de los reos Valero y Sánchez, base esencial de sus condenas, fue arrancada mediante violencia continua inusitada". (...) Según el Tribunal Supremo: "en vista del error de hecho que motivó la sentencia, se declara la nulidad de la misma, por haberse castigado en ella delito que no se ha cometido, afirmándose así la inocencia de Gregorio Valero y León Sánchez" (Tribunal Supremo, sentencia del juicio de revisión de 10 julio 1926). La sentencia publicada por el Tribunal Supremo, declara nula la resolución dictada en Cuenca en 1918 estableciendo así la inocencia de Sánchez y Valero, al mismo tiempo, establece la nulidad en el acta de defunción de José María Grimaldos, y determina, las indemnizaciones correspondientes que el Estado debe abonar a los presos en estos casos.

     

    Sánchez y Valero acabaron sus días en Madrid, lejos de su pueblo y de las gentes que los habían condenado, ahí se les ofreció un trabajo de guarda jurado al servicio del Ayuntamiento.

     

    La película.

     

    Pilar Miró realiza una película en 1979 titulada El crimen de Cuenca, con un fuerte alegato contra la tortura y se sobreentiende que el crimen al que se refiere el título, es el cometido por la Guardia Civil al torturar a los sospechosos.

     

    La minuciosidad con la que están narradas las torturas hace que el gobierno de la UCD se asuste, y el ministro Ricardo de la Cierva ponga la película a disposición militar, y fuera secuestrada durante más de año y medio y su realizadora objeto de un proceso militar. Finalmente es estrenada a mediados de agosto de 1981, siendo la única película española prohibida durante la democracia, tras la desaparición de la censura en 1977.

     

    Fotograma de la pelicula

     

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