Singularity 5: ANÁLISIS
10 SEP 2019 13:30
No es la quinta parte de ningún juego, ni es singular, y si os digo que se trata de otro juego de oleadas, muchos ni seguiréis leyendo. Pero es asequible, divertido, su música sabe crear tensión y su estilo visual lo hace destacar del resto. Disponible para Rift, SteamVR y Windows MR.
Bueno, breve, bonito
Antes de leer el análisis, os invitamos a ver el tráiler del juego, las imágenes que lo acompañan y la página web de sus creadores. Visualmente, Singularity 5 promete ser una maravilla. Se nota que ha sido creado por un estudio de diseñadores gráficos de imágenes en 3D, Monochrome, un equipo de cinco jóvenes franceses que apostaron por la realidad virtual para sus proyectos de arte y publicidad, y con esa experiencia se lanzaron a crear su primer juego de RV: Singularity 5.
Juego pequeño, equipo de jóvenes emprendedores, un producto que entra por los ojos (y oídos)... así que el gesto de morro torcido por tener que analizar el enésimo shooter semi-estático por oleadas se me cambió a una sonrisa cuando me dispuse a jugar.
Menú sencillo y con pocas opciones
Aparecemos en un salón con un sillón de cuero en el que nos tenemos que situar para jugar. La decoración es retro-futurista, con una paleta de colores reducida: dorados, negros profundos y blancos intensos. Este estilo visual es el que nos va a acompañar en los 5 escenarios que tiene el juego, cuyas representaciones holográficas se sitúan en la elegante mesa de despacho que tenemos ante nosotros. Sobre esa mesa aparecen también unas breves instrucciones para recargar o cambiar de arma, y un menú de opciones muy básico donde ajustar la calidad de los gráficos entre las opciones baja, media o alta (con una GTX 1070 he jugado en máxima calidad, aunque en el cuarto escenario produjo algún tirón).
En cuanto a la historia en sí, el juego no nos cuenta nada, aunque se supone que tenemos que enfrentarnos a la rebelión de las máquinas que está teniendo lugar en un París del futuro, y es que el título nos permite incluso empezar por cualquiera de los 5 escenarios disponibles, pero lo ideal es comenzar por el primero para ir cogiéndole el punto a la dificultad. Punto importante éste, ya que en cada nivel podemos escoger si lo queremos jugar en modo fácil, normal o difícil. El juego es desafiante en algunos momentos, con un par de jefes finales a los que no será fácil vencer a la primera... ni en modo novato.
La rebelión de los drones
Pero antes de los jefes vienen sus esbirros, unas máquinas que podemos catalogar en 2 tipos: las que atacan por el suelo y las que lo hacen por el aire. Los primeros lanzan unos bloques de mineral negro que nos quitan visión y que debemos romper, mientras que los aéreos lanzan unas granadas que podemos devolver como si fueran pelotas de tenis contra ellos, pero la mayor parte del tiempo bastante haremos con alejarlas de nosotros para que no nos exploten en la cara.
A estos enemigos básicos se unirán a lo largo del juego otros armados con rayos láser y otros que nos lanzan unas esferas que tendremos que esquivar. Estos y los jefes finales tienen un punto débil, a veces demasiado evidente (un círculo naranja). Para acabar con todos ellos dispondremos de tres tipos de pistolas (no disponibles desde el principio) y unas granadas bastante potentes. La munición es infinita en ambos casos, pero será necesario llevar a cabo la recarga. La acción es bastante trepidante, con pocos momentos de descanso. La música es por momentos épica, misteriosa o frenética, ayudando en todo momento a sentir que no va a ser fácil sobrevivir. He de insistir en que en lo audiovisual Singularity es sobresaliente.
Juego de oleadas, sí, pero nos desplazamos por el escenario
Situados en nuestra zona de ataque/defensa, iremos acabando con cada oleada y trasladándonos a otro punto del escenario de forma automática, por lo que no hay teletransporte ni movimiento libre. Estamos en un punto fijo circular y es el juego quien nos mueve (a veces sobre un vehículo). Dentro de ese círculo nos podemos (y debemos) mover para esquivar granadas, láseres, etc. Es decir, muy al estilo Space Pirate Trainer, pero con lo que para mí es un gran defecto: la zona de seguridad es muy pequeña, y si nos salimos de ella nos avisa con un molesto mensaje que hace que se pierda la inmersión. Está bien que se vele por nuestra integridad y de lo que tenemos alrededor, pero algunos ya somos mayorcitos en esto de la RV y hemos definido los límites de nuestra zona de juego, así que no pongamos más barreras de forma obligatoria, o al menos no así. Me parece un error y más cuando estamos jugando sin ningún tipo de interferencia en la pantalla (no hay barra de salud, cuando estamos débiles los colores se van apagando).
Ídolo de oro con pies de barro
Con respecto a la inmersión, tengo sensaciones enfrentadas. Es correcta, buena, pero hay tres detalles que no me gustan. El primero es que los enemigos son máquinas, pero se sienten demasiado ligeros. Además, en algunos momentos hay estructuras que se derrumban o explotan, pero no se siente ese desastre. Por último, a veces el escenario tiembla para hacernos sentir alguna catástrofe, pero es un movimiento irritante que puede que a algunos incluso les maree. No son grandes defectos, pero están ahí.
El juego es corto, breve pero intenso, como un buen café negro con reflejos dorados. En dificultad baja podemos llegar hasta el enemigo final y acabar con él en hora y media. Podemos alargar la experiencia jugándolo en modo normal, y da la sensación de que si escogemos la opción de pasárnoslo en dificultad extrema nos puede durar lo que dure nuestra paciencia.
CONCLUSIÓN
Se trata de un juego de oleadas que destaca por su ambientación, que resulta ser un manjar audiovisual. Sencillo, nada novedoso en su propuesta, pero divertido y económico (suele costar entre 6€ y 9€). Así que ofrece un muy buen ratio calidad/precio. Yo me he quedado satisfecho con la primera propuesta de Monochrome en el mundo de los videojuegos VR, por lo que espero su siguiente proyecto, eso sí, que sea más ambicioso y extenso.
El juego ha sido analizado con HTC Vive.