Alabad distróficos mortales a los cuatro jinetes del apocalipsis, a la tormenta de fuego y acero, inclináos ante vuestros dueños y señores. Si os sentís dignos, blandid un buen mandoble forjado entre el culo de dios y el martillo de un vasco y; si sóis nobles guerreros sedientos de sangre, si vuestros piés son capaces de arar la tierra como la azada de Chuck Norris (la última vez se formó la Fosa de las Marianas), si queréis estornudar delante de las flores de primavera y dejar calvas las montañas, si cuando habéis sangrado demasiado en batalla os conectan vía intravenosa al motor de una Harley y si vuestros músculos son capaces de destrozar las camisetas de licra de Falete, entonces, manowarriors, uníos.
Cuenta la leyenda que un toro gigante fue desollado y que su extensa piel emerge bajo nuestros piés, fue Manowar. Sabed también que entre sus grandes hazañas se cuentan gestas como la formación de la Antártida, fruto de follarse a la Tierra y dejar rastros de la faena (la teoría de la tierra hueca es cierta por eso mismo) alrededor de dicho orificio. Sabed además que estos Dioses vienen para mataros a todos y beberse vuestra sangre a no ser que les sirváis como lacayos en la batalla final que los enfrentará a las huestes afeminadas de Narnia que quieren destruir nuestro Universo.