VR o el camino de la felicidad.
Todo ser humano tiene en común 4 puntos. Nace, vive, muere. El cuarto posiblemente sea el más subjetivo de todos ellos, pues carece de base científica, pero estoy convencido de que todo el mundo nace, vive, muere, y entre todo ese espacio, busca ser feliz.
Decía un buen tipo que el mayor de los pecados es no haber sido feliz, y ni siquiera haberlo intentado.
Y entre medias tintas de la vida, de caminos pedregosos y sudor en harapos, algunos nos adentramos hace muchos años en la impresionante industria del videojuego.
Todo esto es relativamente joven, si bien ya en la segunda guerra mundial el concepto de programación dio sus primeros pasos.
Décadas después llegó Pong, que a decir verdad, tampoco fue el primero, o así quedó demostrado con el videojuego de tenis que traía incorporada la Magnavox Oddysey.
El resto de la historia os la sabéis al dedillo. Algunos la han vivido en sus carnes. A otros se la han contado.
Hoy quiero hablaros de otra historia. De las que marcan un antes y un después en la industria del videojuego. ¡Qué osado es el concepto de marcar un antes y un después y qué a menudo lo utilizamos! Pero esta vez va en serio. Hoy quiero hablaros de la Realidad Virtual.
La realidad Virtual no la ha inventado HTC, Sony ni Oculus VR.
Me dirás, claro, esto lo inventó Sega en los noventa. Yo matizaría lo de inventar. A Sega le tenemos que otorgar la medalla por ser la primera en intentarlo. Tras el éxito de la consola Megadrive, la compañía nipona mostró un prototipo de HMD en el Winter CES. Año 1993. No pasó de la fase de prototipo. No había potencia. Era una utopía.
Sin embargo, la idea de crear una realidad en VR se remonta a 1965, cuando el pionero Ivan Sutherland presentó en un congreso un informe en el que delineaba las características de una futura interfaz de visualización capaz no solo de mostrar el mundo tal y como es, sino de hacernos sentirlo como si fuese real.
50 años después el concepto de Ivan Sutherland ha tomado forma.
25 años después el prototipo de Sega ha tomado forma.
Y en ese periodo histórico, aparecemos tú y yo. Nos miramos a los ojos y sonreímos. Lo que era una utopía hoy es real. Y nos ha tocado vivirlo. Nacemos. Vivimos. Morimos. Y entre todo ese espacio, buscamos la felicidad. Buscamos la Realidad Virtual. Es el momento de abrazarnos.
Que no. Que la vida no se abraza. La vida se vive, se devora, se disfruta y se magulla sin pestañear. Porque ayer no lo hicimos. Porque mañana es tarde. Ahora. Ahora es el momento de coger tu sucio dinero y mancharlo con el sudor de tus manos que rezuman la felicidad más pura conocida. Que me han contado, que parece ser, que dicen. Dicen…es ya media mentira. Que no te digan y que no te cuenten historias, que historias ya nos contaba Sega de pequeños para dormir y casi 25 años después me vuelvo a meter a la cama como si fuera aquel niño de menos de diez años que se creyó la realidad virtual de Sega y soñó, y soñó. Y llegó la tridimensionalidad y los polígonos infinitos pero la realidad virtual no llegaba y yo quería ese casco en el que te adentrabas en otra realidad. Y me he acostado durante más de 9000 días creyendo que el objetivo de las utopías es únicamente caminar, que no importa si no llegamos.
Pero yo quería llegar. Y la utopía es un concepto de perdedores, de los que dicen me han contado o me han dicho. Que no. Que ya te lo digo yo. Que nacemos, vivimos, morimos y entre tanto buscamos ser felices así que coge tu pala y saca dinero de donde no lo haya porque vas a ir a la tienda, vas a comprarte las gafas de realidad virtual y vas a ser el tipo más feliz de tu vida. No te digo el tipo más feliz de todos porque eso significaría que eres más feliz que yo y eso es algo probablemente improbable. Soy el tipo más feliz. Soy tan feliz que quiero compartir contigo el mejor consejo que me he dado nunca; hazlo.
No tengo dinero. Esta tecnología mañana será mejor. Hay peros.
Pero qué.
Pero no.
El gran pero de la vida es nacer, vivir, morir y entre todo ese espacio no haber sido feliz y tan siquiera haberlo intentado. Ese es el gran pero. Que nos vamos a ir a una puta lápida y ni dios va a bajar con su pala a sacarnos. La tecnología avanzará pero el día de hoy no. El día de hoy morirá hoy. Metámonos en un búnker a esperar a que avance la tecnología. A que quiten los cables, a que mejoren la resolución, a que sean más ergonómicas, más baratas. Y mientras tanto, esperaremos muriéndonos en la butaca número uno de la primera fila de esa vida que no te planteas vivir a quemarropa porque crees que el concepto de la vida es nacer, vivir y morir.
Dicen que cuando se pasó del blanco y negro a color en los televisores a la gente se le desencajaba la cara. Cuando tuvimos el primer teléfono móvil se nos quedaba cara de corcho. Pero esto va mucho más allá de todo lo vivido. Es posiblemente el cambio tecnológico más salvaje que se ha experimentado, y no me vale que me cuentes milongas de las he probado en un centro comercial con doscientos focos, ruido, no auriculares y sobre todo no calibración de ojos y no me han convencido. Lo raro sería no verlo borroso, distorsionado o raro con esas condiciones.
Es el momento de quitarnos la venda de odiar las cosas que no nos podemos permitir. Nos han educado en la envidia. Yo odiaba todo eso que no me podía permitir.
Hace años vi una botella de champán Dom Pérignon Vintage del 2006 por 900 euros. Y la odié. A la botella y al tipo que se la puede comprar. Yo odiaba los Ferraris, las mansiones y los lujos. Hasta que un día comprendí que las cosas no se tienen que valorar por lo alcanzables o no que son, sino por lo que hacen sentir a las personas que las alcanzan. Y si un tipo rico se puede permitir una botella de Champán de mil euros, adelante, que sea feliz.
Por eso, si las VR no te hacen disfrutar, no digas que son caras, pues no hay nada barato ni caro en la vida, ese es uno de los conceptos más ambiguos que existen.
He visto tipos irse de vacaciones dos semanas y pagar 500 euros. Volver y decir, han sido los 500 euros mejor invertidos de mi vida. Y todos aplauden. Porque nos han enseñado que pagar por viajar está justificado. Pero nadie nos ha enseñado que pagar por la tecnología está justificado. Y vuelvo al punto número cuatro de esta historia, si hace feliz, da igual si te gastas los 500 euros en viajar, en comprarte unas gafas de realidad virtual o en botellas de ginebra Monkey 47. Si hace feliz, ¿por qué plantearse si compensa? ¿Todavía nadie nos ha educado en hacer lo que nos hace feliz aunque no tengamos un corro a nuestro alrededor aplaudiéndonos?
Si hace feliz, su precio está justificado, porque no olvides, venimos a nacer, a vivir, a morir y a ser felices.
Y yo soy feliz. La realidad Virtual es un hecho. Realidad. Mejorables, por supuesto. Y cuando digo mejorables lo digo con la boca bien grande. Es una tecnología que tras 50 años acaba de parir. Vendrán más partos, más experiencias, más prototipos, más de todo, pero lo que no habrá será más de hoy.
Que acaba de aterrizar Skyrim. Viene Doom. LA Noire. Y esto es solo el inicio. El cohete de la VR ha despegado y no va a detenerse. Las manos de los haters que empujan hacia abajo el cohete están en carne viva. Algunos ya lo han dejado marchar. Otros incluso van a cambiar de opinión y se van a subir a él.
Corre. Pues en poco tiempo, habremos perdido el cohete de vista. Esto ya no es un tren que dejar escapar. Esto es un cohete, y eso son palabras mayores.
Ahora, se feliz. O por lo menos, inténtalo porque yo te puedo hablar claro pero no puedo cogerte de la mano y llevarte a la tienda. Esa decisión será tuya. Será una decisión de valientes. De los que cogen a la vida por los bigotes, aprietan el puño y sacan lágrimas de acero del alma. Mira a tu alrededor. Mira a tu mujer. A tu hermano. A tus padres, tus profesores, tu jefe. Mira a tu gato, a tu hija, al televisor y a la vecina del cuarto. Y júrales que serás valiente. Que ha llegado el momento de ser feliz, de no más noches bajo el amparo del sueño de Sega. Las utopías y los sueños son para los cobardes, y tú no eres cobarde aunque creas que lo has sido hasta ahora. Tú vas a vivir la realidad que te mereces vivir.
Porque vas entrar en la VR y vas a justificar el pasaje de ida de esta vida que vas a vivir. Billete de ida. A la felicidad. A la experiencia más apabullante que vas tener el placer de conocer. Dame la mano y sube al cohete de tu vida, que hoy despega sin retorno hacia el más puro e inmaculado viaje en el que encontrarás el sentido por el cual naces, vives, mueres, y entre todo ese espacio, eres feliz.
Carlos González Bravo (Kurosaki Carlos).